Aprendiendo a volar

Estamos en la cima de Sarangkot. Detrás los nevados Annapurnas y el picudo Machhapuchhare. A nuestros pies la ciudad de Pokhara y sus lagos. Encima nuestro sobrevuelan unos cuantos buitres en círculos, aprovechando las primeras corrientes térmicas del día.

Es la señal, estamos listos para lanzarnos.

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Debemos tener escondidas en algún sitio de nuestros genes las ganas de volar, surcando el cielo como los pájaros. Hoy en un vuelo tándem de parapente hemos tenido más cerca la sensación de ser libres como el viento.

El despegue ha sido muy rápido, casi sin pensarlo estabamos corriendo hacia el vacío, con un instructor Nepalí detrás que se dejaba la voz gritando “run, run, run!!!”.

Y de repente estábamos suspendidos en el aire, atados con unas cuantas cuerdas a una lona de colores, y todo era paz.

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Y perseguimos a los buitres, volamos junto a ellos y encima suyo. Tres buitres comunes y luego dos buitres egipcios, que planeaban buscando comida y miraban con desaprobación al artilugio de colores que les espiaba.

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Y vimos las montañas nevadas desde una posición privilegiada, y la ciudad abajo, y aterrizamos junto al lago.

Y al terminar seguían ahí, escondidas en algún lugar de nuestros genes, las ganas de volar.

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