La rutina en el trabajo

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Trayecto McLeod Ganj-Pathankot. El autobús de linea en el que vamos baja velozmente las curvas de las últimas estribaciones de los Himalayas.

De repente para en seco, hay dos vacas descansando en medio de la carretera. Poco después un monje tibetano se baja y agita su túnica cerca de las vacas. Estas, lejos de asustarse, le miran con curiosidad. Pasado un rato, y probablemente para evitar la molesta presencia del monje, las vacas se levantan y se marchan despacio.

Entretanto, el conductor intenta salir del autobús pero no puede, la puerta está atascada. Tras forcejear al principio con la mano, recurre a otros métodos más fuertes. A la tercera patada, la puerta se abre por fin.
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El conductor agarra una gran piedra y la golpea insistentemente contra la cerradura. Un método que parece funcionar, la puerta ahora abre y cierra suavemente.
Ya estamos listos para continuar el viaje!

Cinco minutos mas tarde: Otro frenazo! En una curva cerrada un turismo se queda a dos dedos de chocarse frontalmente con nosotros.

El trayecto tiene otras cosas curiosas, como los enormes camiones de carga que se cuzan con nosotros con precisión milimetrada, el volumen del claxon, el pitido estridente del revisor para anunciar cada parada y el ruido infernal de la puerta al cerrar.
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Pero lo mas impresionante de todo es la naturalidad y la calma que tiene el conductor en todo momento, dando la impresión que la jornada de hoy no tiene nada de diferente con cualquier otro dia de trabajo.
Las vacas, los coches de frente, los ruidos, las patadas y las pedradas son eso, rutina.

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